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El crimen de Jesús: dos juicios, doble sufrimiento y la lección no aprendida de Marta del Castillo
Un menor ha sido condenado por el asesinato del joven de 18 años en Palomares del Río, pero otro sospechoso, mayor de edad, está pendiente de su proceso. La madre del fallecido denuncia la revictimización
Del parque de la Virreina al número 13 de la calle Federico Moreno Torroba, en Palomares del Río, apenas se tardan 10 minutos, 11 o 12 si el paso es tranquilo. El trayecto discurre entre casas unifamiliares, adosados, algún chalé en obras y un par de parcelas sin urbanizar. Un kilómetro mal contado que atraviesa, además, otro parque que está rodeado por una alambrada.
Aquella noche, la del 1 de noviembre de 2022, Jesús Rosado recorrió ese kilómetro como lo había hecho infinidad de veces en sus 18 años recién cumplidos. Pero desde que dobló la esquina de la calle Joaquín Turina, un grupo de chavales -algunos menores de edad- empezó a seguirle. Ya se habían fijado en él en el parque y cuando le vieron caminar solo se pararon a esperarle y, una vez que les rebasó, se pegaron a él. A apenas unos metros del número 13 de Federico Moreno Torroba, de su casa, Jesús fue acorralado, golpeado y apuñalado por sus perseguidores, que se dieron a la fuga. Alertada por el ruido y los ladridos de los perros, su madre salió a la calle y se encontró a su hijo tirado justo delante de su puerta, boca abajo, inerte y mortalmente herido.
Casi dos años después, solo hay un condenado, uno los perseguidores de Jesús que entonces era menor de edad -nueve años de internamiento y cinco de libertad vigilada-, y un segundo sospechoso pendiente de un juicio que no se sabe cuándo se va a celebrar porque el sumario está atascado en un juzgado saturado de papeles. Los otros tres jóvenes que también siguieron a la víctima ni siquiera se han sentado en el banquillo y solo han llegado a declarar como testigos.
«Para mí es agotador, siento mucha impotencia, no estoy satisfecha», dice Mamen Jiménez, la madre de Jesús, en el jardín trasero de su casa, donde su hijo celebró, poco más de un mes antes de su muerte, su 18 cumpleaños. Estuvieron todos, amigos, familiares... en torno a «un niño que brillaba mucho, que tenía energía, vitalidad», dice su madre rememorando aquella barbacoa feliz que la pone inmensamente triste.
Porque Mamen Jiménez está triste, sí. Sobre todo porque su hijo está muerto, pero también porque la Justicia, con mayúsculas, no ha respondido como ella esperaba. Porque no han sido suficientes estos dos años de sufrimiento para ver a todos los culpables castigados. Porque solo uno de ellos ha sido condenado. Porque, y esto es lo que más le duele, va a tener que pasar por un segundo infierno, por un segundo juicio para el que todavía no hay ni fecha.
Al estar involucrados un menor de edad -en el momento de los hechos- y un mayor de edad, explica la abogada Inmaculada Torres, que representa a la madre de Jesús, la ley establece que tiene que haber dos instrucciones judiciales y dos juicios, paralelos pero independientes. Y he ahí el problema, el gran riesgo y el mayor castigo para las víctimas. Pero, dice la letrada, «es lo que hay».
El juez de Menores que juzgó, y condenó, a uno de los asesinos de Jesús lo dejó escrito en la sentencia. «La doble jurisdicción es un derroche de energías y esfuerzo», señalaba Alejandro Vián en la resolución que hace apenas unas semanas ha confirmado, punto por punto, la Audiencia Provincial de Sevilla. Y, añadía, «puede dar lugar a sentencias contradictorias entre sí que son difíciles de entender por la ciudadanía». Pero, por encima de todo, apuntaba, por parte de los familiares, «que tienen que enfrentarse, soportar y revivir en dos ocasiones los trágicos hechos que han sufrido».
Como Marta del Castillo
Es más o menos lo mismo que la Audiencia sevillana advirtió hace 13 años con motivo de otro crimen en el que fueron juzgados varios mayores de edad pero también un menor. Los padres de Marta del Castillo, como ahora los de Jesús Rosado, tuvieron que enfrentarse dos veces a la peor de sus pesadillas y, por si fuera poco, el resultado fue el peor que podía imaginarse: dos sentencias que se contradecían, dos verdades judiciales contrapuestas y una única certeza, que el sistema había fallado. «En el caso de Marta, con las mismas pruebas, una sentencia decía una cosa y la otra, algo muy distinto», hace hincapié Inmaculada Torres.
Los magistrados eran tan conscientes que dejaron recado a los legisladores, a los que pidieron «sensibilidad» para modificar las leyes y permitir un enjuiciamiento conjunto de mayores y menores de edad en supuestos concretos, pero más de una década después todo sigue igual.
Los paralelismos entre el caso de Jesús Rosado y el de Marta del Castillo no acaban en la lección no aprendida del doble enjuiciamiento. El juez que ha dictado la, por ahora, única condena por el asesinato del joven de Palomares es el mismo que, en su día, envió a un centro de internamiento a Javier García, alias el Cuco; la sala de la Audiencia que ha ratificado la sentencia es la que confirmó la condena de el Cuco y hasta la abogada que representa a la madre de Jesús es la que todavía defiende los intereses de Antonio del Castillo y Eva Casanueva en su infinita lucha judicial.
«¿Sabes lo que revivir, una y otra vez, lo que le hicieron a mi hijo?», pregunta Mamen Jiménez, quien sigue sin entender, pese a las explicaciones de su abogada, que la ley la condene a sufrir dos veces. «No me siento segura de lo que va a pasar», dice, y señala a los legisladores como los culpables: «No se hace nada porque no les ha tocado pasar por esto». Y, advierte: «Lo que le ha pasado a mi hijo le puede pasar a cualquiera».
La familia puso en marcha, al poco de ocurrir el crimen, una plataforma -Justicia para Jesús- para recoger firmas con el objetivo de que se modifique la ley. «Muchos han firmado, pero hacen falta más», ruega Mamen Jiménez, con la convicción de que es difícil que algo cambie, pero con una promesa: «Pelearé hasta el final porque espero Justicia, de la 'j' a la 'a', con mayúsculas y con admiración, justicia».
El Mundo

Un menor ha sido condenado por el asesinato del joven de 18 años en Palomares del Río, pero otro sospechoso, mayor de edad, está pendiente de su proceso. La madre del fallecido denuncia la revictimización
Del parque de la Virreina al número 13 de la calle Federico Moreno Torroba, en Palomares del Río, apenas se tardan 10 minutos, 11 o 12 si el paso es tranquilo. El trayecto discurre entre casas unifamiliares, adosados, algún chalé en obras y un par de parcelas sin urbanizar. Un kilómetro mal contado que atraviesa, además, otro parque que está rodeado por una alambrada.
Aquella noche, la del 1 de noviembre de 2022, Jesús Rosado recorrió ese kilómetro como lo había hecho infinidad de veces en sus 18 años recién cumplidos. Pero desde que dobló la esquina de la calle Joaquín Turina, un grupo de chavales -algunos menores de edad- empezó a seguirle. Ya se habían fijado en él en el parque y cuando le vieron caminar solo se pararon a esperarle y, una vez que les rebasó, se pegaron a él. A apenas unos metros del número 13 de Federico Moreno Torroba, de su casa, Jesús fue acorralado, golpeado y apuñalado por sus perseguidores, que se dieron a la fuga. Alertada por el ruido y los ladridos de los perros, su madre salió a la calle y se encontró a su hijo tirado justo delante de su puerta, boca abajo, inerte y mortalmente herido.
Casi dos años después, solo hay un condenado, uno los perseguidores de Jesús que entonces era menor de edad -nueve años de internamiento y cinco de libertad vigilada-, y un segundo sospechoso pendiente de un juicio que no se sabe cuándo se va a celebrar porque el sumario está atascado en un juzgado saturado de papeles. Los otros tres jóvenes que también siguieron a la víctima ni siquiera se han sentado en el banquillo y solo han llegado a declarar como testigos.
«Para mí es agotador, siento mucha impotencia, no estoy satisfecha», dice Mamen Jiménez, la madre de Jesús, en el jardín trasero de su casa, donde su hijo celebró, poco más de un mes antes de su muerte, su 18 cumpleaños. Estuvieron todos, amigos, familiares... en torno a «un niño que brillaba mucho, que tenía energía, vitalidad», dice su madre rememorando aquella barbacoa feliz que la pone inmensamente triste.
Porque Mamen Jiménez está triste, sí. Sobre todo porque su hijo está muerto, pero también porque la Justicia, con mayúsculas, no ha respondido como ella esperaba. Porque no han sido suficientes estos dos años de sufrimiento para ver a todos los culpables castigados. Porque solo uno de ellos ha sido condenado. Porque, y esto es lo que más le duele, va a tener que pasar por un segundo infierno, por un segundo juicio para el que todavía no hay ni fecha.
Al estar involucrados un menor de edad -en el momento de los hechos- y un mayor de edad, explica la abogada Inmaculada Torres, que representa a la madre de Jesús, la ley establece que tiene que haber dos instrucciones judiciales y dos juicios, paralelos pero independientes. Y he ahí el problema, el gran riesgo y el mayor castigo para las víctimas. Pero, dice la letrada, «es lo que hay».
El juez de Menores que juzgó, y condenó, a uno de los asesinos de Jesús lo dejó escrito en la sentencia. «La doble jurisdicción es un derroche de energías y esfuerzo», señalaba Alejandro Vián en la resolución que hace apenas unas semanas ha confirmado, punto por punto, la Audiencia Provincial de Sevilla. Y, añadía, «puede dar lugar a sentencias contradictorias entre sí que son difíciles de entender por la ciudadanía». Pero, por encima de todo, apuntaba, por parte de los familiares, «que tienen que enfrentarse, soportar y revivir en dos ocasiones los trágicos hechos que han sufrido».
Como Marta del Castillo
Es más o menos lo mismo que la Audiencia sevillana advirtió hace 13 años con motivo de otro crimen en el que fueron juzgados varios mayores de edad pero también un menor. Los padres de Marta del Castillo, como ahora los de Jesús Rosado, tuvieron que enfrentarse dos veces a la peor de sus pesadillas y, por si fuera poco, el resultado fue el peor que podía imaginarse: dos sentencias que se contradecían, dos verdades judiciales contrapuestas y una única certeza, que el sistema había fallado. «En el caso de Marta, con las mismas pruebas, una sentencia decía una cosa y la otra, algo muy distinto», hace hincapié Inmaculada Torres.
Los magistrados eran tan conscientes que dejaron recado a los legisladores, a los que pidieron «sensibilidad» para modificar las leyes y permitir un enjuiciamiento conjunto de mayores y menores de edad en supuestos concretos, pero más de una década después todo sigue igual.
Los paralelismos entre el caso de Jesús Rosado y el de Marta del Castillo no acaban en la lección no aprendida del doble enjuiciamiento. El juez que ha dictado la, por ahora, única condena por el asesinato del joven de Palomares es el mismo que, en su día, envió a un centro de internamiento a Javier García, alias el Cuco; la sala de la Audiencia que ha ratificado la sentencia es la que confirmó la condena de el Cuco y hasta la abogada que representa a la madre de Jesús es la que todavía defiende los intereses de Antonio del Castillo y Eva Casanueva en su infinita lucha judicial.
«¿Sabes lo que revivir, una y otra vez, lo que le hicieron a mi hijo?», pregunta Mamen Jiménez, quien sigue sin entender, pese a las explicaciones de su abogada, que la ley la condene a sufrir dos veces. «No me siento segura de lo que va a pasar», dice, y señala a los legisladores como los culpables: «No se hace nada porque no les ha tocado pasar por esto». Y, advierte: «Lo que le ha pasado a mi hijo le puede pasar a cualquiera».
La familia puso en marcha, al poco de ocurrir el crimen, una plataforma -Justicia para Jesús- para recoger firmas con el objetivo de que se modifique la ley. «Muchos han firmado, pero hacen falta más», ruega Mamen Jiménez, con la convicción de que es difícil que algo cambie, pero con una promesa: «Pelearé hasta el final porque espero Justicia, de la 'j' a la 'a', con mayúsculas y con admiración, justicia».
El Mundo