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El Atlético se libera en Oporto y desentierra su billete para octavos

Roter.Teufel

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Out 5, 2021
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El Atlético se libera en Oporto y desentierra su billete para octavos

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El equipo de Simeone, con goles de Griezmann, Correa y De Paul, consigue una clasificación que parecía imposible (1-3).

Bajo el rugido de un dragón que nunca estuvo dormido, al contrario, encontró el Atlético su salvación. A pesar de la caótica tarde en Oporto, con un tráfico endemoniado, todos llegaron a tiempo para presenciar la catarsis rojiblanca, que asomó la cabeza gracias a Griezmann, a Correa, a De Paul, cuando parecía que ya no quedaba oxígeno. Una muesca para un gigante dormido que despertó a tiempo para seguir caminando lo que haga falta por Europa.

Y eso que el Atlético se plantó en O Dragao con sólo dos defensas: Hermoso y Vrsaljko. Las situaciones límite requieren remedios extremos. Así que, entre lesiones y sanciones, Simeone tampoco tuvo muchas más alternativas en la noche más importante de la temporada. A Kondogbia le tocó disfrazarse de central, situación que no era nueva para él. También a Vrsaljko que, de paso, echaba una mano para liberar todo lo posible a Llorente. Tanto él como Carrasco fueron los carrileros en ese sistema impulsado por esos exóticos centrales. La cartas sobre el verde tenían pinta de poder sortear el abismo, como así acabó siendo.

Pero como las desgracias nunca vienen solas, no había transcurrido ni un cuarto de hora cuando Luis Suárez se retiraba entre lágrimas, con una lesión muscular. No es que pase por su mejor momento el uruguayo, ni que sus números en la Champions con el Atlético (un gol, de penalti, en 11 partidos), pero su presencia cerca del área es como la de un león en una calle peatonal. Quizás no muerda, pero... Mbemba y Pepe, con el que vivió unas cuantas batallas en la Liga, lo agradecieron. Así que, Mattheus Cunha, que fue fichado para circunstancias así, se tuvo que presentar antes de lo previsto.
Gradas inflamables

El aviso del Oporto llegó a la media hora. Aunque el balón era suyo, la situación en absoluto incomodaba al Atlético. Al contrario. Sin embargo, casi como una conexión telepática, pese a la distancia entre O Dragao y San Siro, Luis Díaz obligó a Oblak a desempolvar sus guantes al tiempo que Tomori adelantaba al Milan. El escenario hizo arder en llamas a una ruidosa grada ya de por sí inflamable. Y el equipo blanquiazul fue creciendo, mientras los rojiblancos se cobijaban en su área. La lluvia quiso darle al asunto un poco más de dramatismo. Salah templó los nervios, en un gol que los dragones festejaron como propio y durante un buen rato, el Atlético apenas pudo salir de su campo.

Más allá de una genialidad inicial de Carrasco, que debió de creer que andaba en alguna calle de Bélgica, frente a los chavales mayores, fue el Oporto quien mostró más fe, más ganas y más fútbol para echar abajo la puerta hacia octavos. Tras el triple quiebro de Yannick, por cierto, ni Griezmann ni Llorente encontraron la solución ante Diogo Costa.

Soltó dos dentelladas el Oporto, mientras amanecía el segundo acto. La dicha del Atlético fue que Tademi, cuestionado por sus propios hinchas, es un delantero más. Nada que ver con los depredadores que han pasado por allí en los últimos años. Además, Oblak se encontró consigo mismo con cuatro paradas. Por eso los rojiblancos estaban ilesos cuando Griezmann, el tipo que ha alividado con goles las penas de su equipo, para eso se le fichó, embocó un saque de esquina para delirio de su hinchada.

Una afición que levitó cuando escuchó el zarpazo de Origi en Milán. El éxtasis pudo ser completo si Cunha, poseído por el espíritu de Maradona, hubiera sellado con su formidable eslalon la conquista de Oporto. Obviamente, sufrir formaba parte de la historia.

Aunque quizás nadie sospechaba cuánto. En cinco minutos la noche saltó por los aires con el manotazo de Carrasco a Otávio que acabó en roja y dio un vuelco al corazón de Simeone. Apenas tres minutos después, Wendell, que llevaba sólo un rato en el campo, paseaba el codo y Cunha caía fulminado. El colegiado Turpin, en medio de la tormenta, devolvió la igualdad numérica al desenlace. Y al contragolpe concluyó su hazaña el Atlético. Un zarpazo postrero de Correa y otro de De Paul para sofocar cualquier intriga final. Igual dio el penalti que Oblak no atajó. Esta vez la Champions le dijo sí a Simeone.




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